”Robarás por robar alegando ser Robin Hood”
2º/30 días que amanece a las 7 de la mañana. Sólo con oír el despertador, me asola una idea a la cabeza…
Verás querido lector, yo soy un friki de Nintendo. Mi infancia se resume en tardes con mis hermanos mayores jugando a
Pasaron los años y en mi memoria permanecieron aquellos infinitos templos llenos de – ¡Joan Maria, és una trampa!-, los – Lluís, tanca els ulls que ara vénen zombis -, o mis repelentes: - Marc, t’has deixat una rupia-. Y bien, dejando aparte el contenido del que es, indiscutiblemente, el mejor juego de la historia; perduró en mi cabeza la banda sonora de la espectacular ocarina. Así pues, decidí adoptar “Zelda’s Lullaby” como despertador. Fatal Error. Empiezo a odiar cada día más a la puta Zelda y a su jodida canción que me dice: -Buenos días: Permanencia.
Así que mientras este argumento atormentaba mi mañana, cambié la canción del despertador. Ahora es: “Alarma
Mi hermano me dijo que dejase de hacer ruido, que le dejase dormir. La noche anterior me preguntó que quién me puso un mes de permanencias, que a mamá podía engañarla, pero que a él no. Le confesé toda la historia, y me dijo que no me delataría pero pobre de mí si le despertaba a él.
Empezábamos bien, si ya habían sonado tres alarmas en dos minutos. Así que ése día intenté ser lo más cuidadoso posible. Pero parece que Bécquer todavía no estaba satisfecho con mi castigo.
Salté de la litera creyéndome ser un tigre cuando no llego ni a gato, y mis tobillos hicieron un extraño ruido. Contemplé un momento el sitio. Daba asco. Calcetines y calzoncillos usados por doquier y acumulaciones de camisetas arrugadas puestas a modo de montaña para que alguna alma caritativa las tire a lavar.
La puerta estaba abierta, pero el ambiente estaba cargadísimo. Supuse que olía todo a pies, y me vino a la cabeza una idea básica. -Abriré la ventana – dije en voz baja, como si fuera algo que nadie más se le pudiera ocurrir.
Forcejé un poco la manita hasta que yo gané, y abrí la ventana de par en par para que el aire gélido de las siete de la madrugada entrase. -Buena idea-, habrás pensado-. Pero no, sigues siendo idiota. La refrescante brisa propició que la puerta, abierta como estaba, se fuera cerrando a una velocidad considerable, y un portazo bestial despertó de nuevo a mi hermano.
Casi podía oír las risas de Bécquer descojonándose en su ataúd, pero yo continué con mi día, cerrando la traidora ventana y preparándome la ropa. He aquí entra otro gran dilema:
-Son las siete: ¿Hará buen día hoy? Tú, con la inteligencia que te caracteriza me dirás: -Pues mira por la ventana. “You Fail”. A las siete de la madrugada es de noche, imbécil. No sé si hay nubes, si hace Sol, o si el cielo de hoy es de color verde.
Así que usé lo que vendría a ser el chupa 4 en el UNO: pantalón largo, camiseta de manga corta y un jersey fino. No falla.
Intenté ser lo más cuidadoso posible, pero parece que es imposible cuando te lo propones. Salí del cuarto y mi madre gritó desde su cama:
-Lluís!!! Treu-te pa del congelador!!!
La voz de pito de mi madre por la mañana me habrá hecho ser borde con ella en más de una ocasión, pero está justificado. Esa voz chirriante que se te mete en la oreja cuando tú estás durmiendo y ella se pone a hacer bromas por teléfono con mi tío. La verdad, esta sensación de desquicio no se puede explicar con palabras. Y mi hermano la estaba sufriendo.
Le dije que vale, pero que se callase por favor, que los demás dormían. Me desnudé y meé mientras la ducha se graduaba. Me apetecía que el agua estuviera ardiendo, y así fue. Me aseé con el mismo orden de siempre, que muchas veces me he preguntado si es el orden que sigue todo el mundo: Champú, Gel y exfoliante. Lo último es una parida que mi madre me obliga a que me ponga y cuya finalidad no conozco, porque las letritas están en francés, y yo, de francés, no tengo ni guarra.
Corrí las cortinas y me di cuenta que realmente me pasaba con el agua caliente, pues no fui capaz de ver la hora que era por culpa del vapor que había. Pensé que a lo mejor era porque no llevaba las lentillas, así que cogí la toalla, la restregué por el espejo hasta despejar una pequeña zona, preparé el líquido y las lentillas y me las puse.
Tras la aventura de las lentillas, pude comprobar que la densa nube de vapor era la causante de que no pudiese ver a más de un metro. Salí ya vestido de la sauna/lavabo y tuve la mala suerte de estampar mi dedito pequeño contra el vértice de un mueble.
Me tiré al suelo, agonizando solo en la oscuridad del traicionero pasillo, en cuyas paredes podían apreciarse las caras de Bécquer y Sara Tejerina riéndose a carcajada limpia. Mis gemidos de dolor despertaron a Álam, que enseguida acudió a mí con su cara de: O me sacas a pasear ya, o me meo aquí mismo.
Me erguí como pude y mientras me calzaba, Álam empezó a ladrar. Venga ladridos: ¡A despertar a todo el mundo! Bajé de dos en dos las 35 escaleras y mientras tanto la vecina de abajo debería estar llamando a la policía.
Mi vecina de abajo es odiosa. Es argentina, se llama Margarita y tiene unos 50 años largos. Vive con él un hijo de veinte y tantos, que tiene un culo de aquí a Pekín y que le cuesta subir sus 18 escaleras. La casa de la vecina tiene un patio donde por las noches de verano mantiene conversaciones intelectuales con un amigo suyo que es también argentino. Te juro que mi hermano y yo les oímos decir cosas como: “-Che, la democracia de Atenas ja estaba desarrojada como un sistema político moderno-” o “-Este, ja lo dijo Schopenhauer que la arquitectura es música congelada ¿no es cierto?-“
Y como diría ella: “-Habló ja Lorenzo Von Matterhorm en su libro “Oda a la bejesa divina”: El odio es el más recíproco de todos los sentimientos, ¿viste?-” Y es que ella también tiene motivos para que no le caigamos del todo bien.
Verás aburrido lector, mi perro Álam, tiende a las incontinencias urinarias, sea a ser, que se mea por toda la casa. Aunque no me toque a mí pasearlo, yo, que soy un alma piadosa, le abro la puerta de la terraza y el perrito hace sus cosas. Pero depende de cómo le salga el chorrito de pis, a veces el meado cae en el patio de nuestra amiga la intelectual argentina; claro que viendo lo asquerosamente sucio que tiene la señora el patio, llena de cagadas de su perro (que es como la dueña, no ha pasado en su vida por una ducha), butacas rotas y hojas secas por todas partes, jamás le he dado mucha importancia a las desviadas gotitas de pipí que caen en su patio.
Cierto domingo, día en que mis padres les da por abandonarnos a mis hermanos y a mí en casa, picó a la puerta la argentina del pelo sucio. Le abrió Marc,, y yo dejé de jugar a
Nos descojonamos de la carta durante media hora, y la conservamos, colgada del caucho de nuestra habitación como recuerdo. Dice así.
“Ja fa molt de temps que teniu al vostre gos massa concentit. Cada dia surt a fer pipí a la terrassa i a l’estiu n’hi fa tolls damunt del toldo. N’estic farta de que això es repeteixi dia rere dia, i us demano si us plau que eduqueu al vostre gos. Fins ara mai us havia dit res per educació, però l’altre dia el gos es va passar. Jo estava tan tranquila llegint un llibre estirada damunt d’una tumbona, i de cop em van començar a caure gotetes de pipí al cap i vaig veure com l’animal entrava cap a casa vostra. Espero que hi poseu remei aviat.”
Margarita 1r 1a
Estuve de vuelta rápidamente, y me felicité por mi intuición, porque realmente había clavado el tiempo de hoy.
Saqué el pan del congelador que mi madre me había gritado que sacase y abrí la nevera para ver que podía poner entre pan y pan. Abrí la nevera y no me sorprendió el contenido: Yogures y quesos…
¿Cómo puede haber en mi casa yogures de piña, fresa, pera, plátano, melocotón, avena. (Sí, yo tampoco sé qué es la avena), de cereales integrales y de soja, y no esté el único yogurt que me gusta? ¿Dónde están los Griegos? No importa si son Griegos de Danone, de Hacendado o del Día... ¡¿Dónde están!?
En realidad a los yogures los odio todos porqué su textura me provoca arcadas desde que, siguiendo los consejos de mi madre, me comí un yogurt caducado porque “No passa res, què et penses que és el Roquefort?”. Me causó dolor de estómago y vómitos, y me tuve que quedar en casa un fin de semana entero.
En cambio, no puedo vivir sin queso. Se me hace la boca agua con los Manchegos, los de Bola, Parmesanos, de Mahón, Holandeses, Cheddars, Idiazabales, Roqueforts… Fundidos o a palo seco, no importa, el queso es lo mejor. Pero, (siempre hay un pero), hay una pequeña lista de “quesos” que no me dan buena espina…
“Sospechoso 1: Yo del caserío no me fío. ¿Qué cojones es un quesito? Su nombre indica que es un queso, pero su apariencia, textura y sabor lo niegan. ¿Y el envoltorio? Supongo que no soy el único que ve extraño envolver queso con papel de plata y un pequeño hilo que se rompe si tiras con prisas, y para rematarlo, miras el la caja de quesitos y una vaca de color rojo se está riendo de ti. Claro que la vida de un quesito es difícil: El estar siempre a la sombra del exquisito Babibel, tiene que ser duro.
Sospechoso 2: Los creadores de esta loncha de queso de color amarillento, de cuyo envoltorio sólo puede sacarla un ingeniero mecánico, ya ni se mataron en inventar un nombre para este pseudoqueso: -“Le llamaremos…: Tranchete-” Esta asquerosa “cosa” es extremadamente socorrida por los amantes del queso fundido, pero su sabor lo delata. No es un queso. -¿Por qué? te preguntas tú, siempre sin fiarte de mí-.
Esta rebanada de “queso” sin fundir tiene un sabor horrible, no huele a nada y su textura es grimosa. Fúndelo. Verás como su sabor cambia completamente, olerá a queso de verdad y su textura no será del todo líquida, si no que se habrá reblandecido. Que no te confunda, sigue sin ser un queso. -¡El tranchete claro que es un queso! –Puedes pensar tú, que no te dieron una educación-. Bien, si quieres una última prueba, verás que incluso
Sospechoso 3: Este es sin duda alguna el más repudiado de todos los quesos. No pongo en duda ahora que si huele o no huele, que si se funde o no se funde. Sólo fijaos en una cosa. ¿A qué coño tiene gusto?. De todas las cosas que te puedas meter en la boca (que son muchas) las pilas y el queso emmental es lo que sabe peor. Además es un queso traidor. Nadie puede cuestionar que la apariencia del quesito o del tranchete ya es de por sí sospechosa, pero este va mas allá, haciéndose pasar un queso en cuanto a forma. Muy hábil Sr.Emmental, pero se le pasó una cosa. Su queso tiene agujeros.”
Dicho esto, tengo que decir que hago los bocadillos de queso Manchego. Un queso de verdad.
Mire el reloj de agujas ultrasonoras de la cocina y una palabras resonó en mi cabeza ¿Desayuno? Yo, a las siete y media de la madrugada (para mí la madrugada es hasta las ocho) no tengo hambre. Pero claro, el bocadillo me lo comeré a las 11, y 4 horas sin comer no las podré aguantar…
Y como con hambre me vuelvo más loco de lo que aparentemente estoy, cogí un bol, lo llené de Frosties, y luego le puse la leche. Durante mi vida me he encontrado con listillos como tú que me decís:
“-¡Qué tonto!¡Primero se echa la leche y después los cereales!-“, a los que os digo:
“-Deja que la luz mi conocimiento ilumine la oscuridad de tu ignorancia-:”
1) A mi me gustan los Frosties blanditos. Sí primero meto la los cereales y luego la leche, esta cubrirá los cereales y estos podrán ablandecerse.
2) Yo quiero muchos cereales. Los cereales flotan en la leche. Es pura física, cabrán más cereales si primero meto los cereales y después la leche que, como es un líquido, se colará por los espacios que estos dejan.
Si te gustan los cereales blanditos y abundantes, prueba en invertir el orden, me lo agradecerás algún día.
Una vez desayunado, cargué la mochila con varios libros, una linterna y me fui a
Esta triste historia es lo único que me proporciona diversión mientras ando desolado por el corredor de la muerte que me lleva a la 0.1. Rectifico, esto y un Chiwawa afeminadísimo que un día descubrí que se llamaba Gigantón al que pasean a aquella intempestiva hora.
Me senté en una mesa aleatoria de la 0,1, llené el papelito de
Entonces se iluminó esa bombilla que se le encendía a Tom cada vez que ideaba una manera macabra de matar a Jerry y me acordé de que podía hacer algo productivo: escribir una carta. Es una dura confesión “el por qué”, pero voy a contártelo.
“Un atardecer de un día X, bajé a pasear a mi perro Álam Erda antes de que se mease a modo de venganza porque le alimentamos con Pinsu “Bon Àrea”. En esto que estamos yo y “Alitos” paseando por Muntaner y se nos acercan dos chicas de mi edad preguntando si Álam era niño o niña.
-Es macho- les dije yo, intentando hacer notable la estupidez de su pregunta.
Se fueron entre murmuras y risas incomprensibles mientras le pedía mentalmente a Alitos que no se pusiera a cagar en ese momento.
Las dos chicas me avanzaron y tumbaron en la esquina más próxima. Álam inició sus actos fecales a lo que yo, como buen ciudadano que soy, recogí con una bolsita de plástico. En el momento en que tiré la bolsa con el regalito, las dos chicas volvieron por donde habían venido.
Se volvieron a acercar a nosotros y esta vez me preguntaron por la raza de Alitos.
-Es un Fox Terrier- dije.
-¿Un qué?-soltó la ignorante estúpida que no sabe que los perros no son niños.
-Un Milú- solté, poniéndome a su altura.
-¡Cómo el de Tintín! –dijo sorprendidísima la otra chica.
Las dos chicas se pusieron a reír desesperadamente y se volvieron a ir, esta vez, en dirección a mi casa.
Yo me quedé rezagado paseando con Álam, y mientras hacía el camino de vuelta pensaba en las dos chicas de inteligencia suprema y su extraña conducta. Eran sospechosas.
Metía la llave en la cerradura para entrar cuando las volví a ver, acercándose a nosotros por enésima vez.
-Podemos preguntarte algo -dijo la chica menos tonta.
-Sí, claro -contesté. ¿Qué les iba a decir?
-¿Nos das tu Messenger?- continuó la más tonta.
-Ostias…-fue una pregunta muy directa- Eh sí, sí, pero mejor agregadme al Facebook. Por cierto, me llamo Lluís Freixes
Acto seguido se presentaron las dos chicas: La primera, Paula Asis, la chica menos cortita. Pero me di cuenta que era terriblemente fea, proveniente de las más oscuras mazmorras de Mordor y extremadamente blanca. La segunda, Ali Sánchez, la de las dos neuronas, físicamente del montón, un 5 o un 6, pero infinitamente más lanzada que su amiga.
Pasaron los días y las dos chicas se volvieron extremadamente acosadoras, pues cada vez que sacaba el perro me acompañaban a dar el paseo y me hacían preguntas personales que hábilmente tenía que devolver con preguntas personales.
Me sacaron cosas básicas como que no tenía novia, y me contaban que yo le gustaba a una amiga suya llamada Andrea. Total, que salgo una tarde a pasear a Álam y me entregan una carta de Andrea, su amiga, que al parecer también era admiradora mía. Pero esto ya era demasiado, una carta en cuyo sobre ponía: “Lluís: te quiero”, con dos labios con purpurina hechos a modo de beso. Les dije que ya me la leería y les diría qué tal.
Llegué a casa y abrí la carta, a la que se le adjuntaba una foto de la tal Andrea. Digamos que si su amiga la fea, la de las mazmorras de Mordor, ésta se merecía ser, como mínimo, la reina de las Tierras Bajas. La caligrafía de la carta era impresionante, pero el contenido era una verdadera obra de arte. Todavía conservo la original que, por miedo a perderla, la pasé a ordenador: Allá va:
TE QUIERO, LLUIS:
ME LLAMO ANDREA, TENGO 15 AÑOS. MI CABELLO ES COLOR MARRÓN COMO UN TRONCO DE ÁRBOL. MIS OJOS SON DEL COLOR D EUA NOCHE DE VERANO LLUVIOSO; Y MI BOCA…OH, MI BOCA…MI BOCA ES PRECIOSA, MI ARMA INFALIBLE PARA BESARTE HASTA MI MUERTE Y AÚN ASÍ, EN
¿VES LOS TELETUBBIES? TÚ ERES MI TINKY-WINKY, YO SOY TU PO, AMOR, DULCE FLOR DE PRIMAVERA. ¿HAS CAÍDO DEL CIELO, ÁNGEL DE MI CORAZÓN?
TE COMERÍA Y ME COSERÍA EL CULO PARA NO CAGARTE. SÉ QUE APENAS NOS CONOCEMOS, PERO QUEDEMOS ALGÚN DÍA, AMOR MÍO. Y HABLEMOS DE NOSOTROS. Y DE NUESTRO FUTURO. DE LOS SIETE HIJOS QUE CRIAREMOS. TE QUIERO. CUANDO TE VÍ POR PRIMERA VEZ PASEANDO A TU PERRO, NO PUDE EVITAR QUE EL BUEN CUPIDO ME LANZARA UNA DE SUS HUMILDES FLECHAS DEL AMOR. OH! QUÉ MOMENTO MÁS PRECIOSO. EN ESTE INSTANTE NUESTO MUNDO CAMBIÓ POR COMPELTA. YO TUYO…TU MIO…LOS DOS UNIDOS HASTA EL FINAL.
¿TE GUSTA MI PELO? ME LO LAVÉ EL PASADO SÁBADO Y
CUANDO TE VEO TARTAMUDEO Y MIS PIERNAS FLAQUEAN, FÍJATE, Y AUNQUE TODO EL MUNDO DIGA QUE MI CUERPO NO TIENE FORMA Y QUE CAMINO SIN GRACIA, SÉ QUE TENGO UN CUERPO ESBELTO COM UN CISNE. MI VISTA SE ASEMEJA A
TENGO MIEDO A
CUANDO PIENSO EN TI, ME SUCEDEN COSAS EN EL CUERPO, UN NUEVO RUBOR EN MIS MEJILLAS… TARDO DOS HORAS EN ALISARME EL PELO, COMO BILL DE TOKIO HOTEL EN HACERSE AL CRESTA. ¿TE GUSTA TOKIO HOTES? ME GUSTA LO NEGRO.
VOY TRES VECES A
ME VOY A COMPRAR UNAS LENTILLAS DE MIS COLOROES FAVORITOS, VERDE MOCO Y NEGRO, PARA GUSTARTE MÁS- AUNQUE YO CREO QUE MIS OJOS YA IRRADIAN MUCHA BELLEZA.
¿QUIERES SER MI ESTILISTA? PUEDES DEPILARME LAS CEJAS O LAS PIERNAS, A VER SI CONSIGUES QUE NO ME SALGAN ESOS EXTRAÑOS PUNTO VERDES…
LLUÍS DEBO DESPEDIRME. ¿QUÉ LE DICE UN GLOBO A SU GLOBA? I GLOBE YOU.
MON AMOUR, JE T’AIME, I LOVE YOU, T’ESTIMO, TE QUIERO, TE AMO Y TE ADORO.
SIEMPRE TUYA: ANDREA, TU BELLA DAMISELA.
PD: DEMASIADO GUAPA, ¿VERDAD? SOY GUAPA.
Me dispuse a escribir algo para contestarle esta auténtica demostración de humillación a su pobre amiga Andrea, pero enseguida me eché atrás. -Las ignoraré- pensé.
La amargura y depresión de la sala fue eclipsada cuando el Sr. Mesa nos dijo que esta vez nos dejaría salir a y media porqué él tenía cosas que hacer. La 1ª buena noticia del día me dibujó una enorme sonrisa en la cara.
Aún sabiendo esto, en cinco minutos ya estaba empezando a considerar un ahogamiento con el tapón de un bolígrafo como solución a mis problemas, cuando me di cuenta que unos chicos, probablemente de 1º o 2º de ESO estaban tramando algo en voz baja.
Pude comprobar que su objetivo era yo, y su diversión (ellos al menos tenían algo que hacer) consistía en lanzarme pedacitos de goma.
Estuvieron como diez minutos lanzando gomitas: Uno tenía una puntería finísima, pero apenas sentía el impacto, el otro lo daba todo en cada lanzamiento, pero sólo me dio bien una vez: fingí no sentir dolor, pero me escoció la mejilla durante un rato.
Lo peor es que cada vez que el Sr. Mesa alzaba la mirada, los neandertales hacían ver que trabajaban a la perfección y quedaban impunes.
Como entenderás, la rabia me corrompía por dentro y en mi cabeza sólo estaban barajando planes venganza. Al fin encontré una maquinación arriesgada pero que si tenía éxito sería enorme. Empezaba la función…
1) Poner el anzuelo.
Intercambio de notitas amenazadoras, (cosa que no es mi tipo)
Us creieu molt graciosos tirant gometes? Un altre tros, i us la guanyeu!
A si? I que ens faràs, ens pegaràs?
Mira chaval, a les 8:50 on es venen les samarretes. Tu i el teu amiguet.
Allà et voldrem veure…pff, matat.
No contentos con esto, siguieron lanzándome gomitas y trocitos varios. Pero ya no me molestaba, porque yo tenía la notita y el plan marchaba perfectamente.
Poner el anzuelo: HECHO.
2) Desaparecer
El sr. Mesa nos ordenó que evacuásemos la sala en cuanto sonara la media, así que yo ya tenía la mochila preparada a y veinticinco. Tan pronto como dijo: “Ara va, sense fer soroll… aneu marxant”, me giré, puse cara de malote y les dije a los tiradores que recordasen dónde habíamos quedado.
Fui el primero en irme, y me dirigí arrastrando los pies a una velocidad vertiginosa por el pasillo de la 0.1. Este pasillo es extremadamente resbaladizo, y las carreras de patinaje sobre bamba están prohibidas, pero a las 8:30 de la mañana no hay Oompa-Loompas que puedan decirme qué no puedo hacer.
Pasé por delante de la tienda de folios y me infiltré en la zona de la venta de ropa deportiva sin ser visto por nadie, saqué la linterna y la llave del Zelda. Miré que no hubiese nadie y entré por la misteriosa puerta azul.
Desaparecer: HECHO.
3) Explorar
La luz de la linterna era sorprendentemente intensa, y me permitía ver con todo detalle. Me encontraba en el tercer piso, y a mi alrededor tan solo había el bidón donde encontré la llave pequeña y la puerta cerrada detrás de mí.
Avancé gracias a las cargadísimas pilas de la linterna Quechua, sorteando los peldaños rotos de la traicionera escalera de color marrón. Tanto en la primera como en la segunda planta sólo había visto dos puertas, a las cuales, con mi llave pequeña, no tenía acceso.
Desanimado, llegué a la planta baja, donde la estructura cambiaba por completo. Un largísimo y totalmente oscuro pasillo recorría la planta que, aparte de estrecha, estaba húmeda. Anduve lentamente porque a cada pocos metros había salas sin puertas en las que me puse a cotillear. Camas, armarios, peluches, cartas, cajas con ropa, pupitres, lámparas, pizarras, colgadores... tal vez eso habían sido antaño unas clases o unas salas para los internados, o quién sabe si los hermanos de la Salle antes la usaban para sus retiros.
Tardé unos pocos minutos en llegar al fondo de la planta baja. Supuse por lo que había recorrido, que me encontraba debajo del gigantesco campo de arena. Cuando ya me iba a ir, un animal pequeñito y bastante adorable se me cruzó por delante. El pequeño roedor me miró, y, huyó asustado en dirección opuesta, pero con la luz de mi linterna conseguí seguir su rastro. Mi amigo Stuart Little se metió por el agujero de una destartalada puertecita de madera, la cual yo no había visto anteriormente. Miré el móvil para ver la hora, y todavía me daba tiempo de cotillear un poquito más. No fue de gran sorpresa comprobar que la puerta, carcomida como estaba, cedió con solamente una pequeña patadita. Crucé por el umbral de la puerta y me comí, la que debería ser la cuarta telaraña del día, accediendo así a una sala rectangular de enorme tamaño. Las paredes de la descomunal sala estaban amuralladas con metros y metros de esas estanterías metálicas agujereadas. Los cinco pisos de las estanterías estaban a reventar de documentos polvorientos atados con cintas de plástico a modo de cinturones. Inspeccioné los Winrars con mis manos y comprobé que eran psicotécnicos del colegio, el de mi mano, pertenecía a Alejandro Trabal, 2º de Primaria A, año 1993. Quedé asombrado con que alguien guardase tan estúpidas pruebas en el lugar más recóndito del colegio. Eran ya menos cuarto, y debía ir subiendo. Giré sobre mis talones y me dispuse a ir tirando para arriba. Mientras recorría el pasillo oscuro y húmedo agujerado por multitud de marcos sin puerta, me dio la vena cleptómana, así que entré en la primera sala que vi para agenciarme de algo. La tétrica sala de superficie cuadrangular estaba decorada con unos cuadros de vírgenes y santos, firmados por el coordinador de primaria, el germà Marginet. Atado al cabezal de la cama había un pañuelo de color azul cielo con unos decorados blancos y negros. –Esto mismo- pensé, mientras abandonaba el húmedo el cuarto. Subí de dos en dos las escaleras destrozadas y llegué al piso de los bidones y la puerta.
Exploración: HECHO.
4) Hacer que el pez muerda el anzuelo.
Eran y 50 ya. Dejé la puerta azul abierta y con la llave puesta. Me escondí en uno de los armarios de objetos perdidos y con mucho cuidado cerré la puerta corrediza. En menos de un minuto aparecieron los dos lanza-gomas, acompañados por un chico bastante chungo que era 3 veces yo. Escuché su conversación: Yo era un cagado que no me atrevería a venir y que estaban perdiendo el tiempo.
Finalmente se dieron cuenta de que la puerta misteriosa estaba abierta y con la llave puesta. Los tres amigos decidieron entrar, atraídos por una curiosidad inmensa. Entre gritos de sorpresa y admiración cerraron la puerta y oí como empezaban a bajar por la destrozada escalera de color marrón.
Hacer que el pez muerda el anzuelo: HECHO.
5) Acusación
Salí de mi sudoroso escondite, y me dirigí rápidamente a la tienda de venta de hojas. Me abrió la ventanita el Hermano Fermín, un anciano de los de mala ostia:
-Què em podría vendre un paquet de fulls La Salle?
-Es diu bon dia, maleducat.
-Ai, perdoni. Bon día germà Fermín, què em podría vendre un paquet de folis?
-Ara sí Veus com no costa tant?. Té, son 2€ amb 10 cèntims.
-Moltes gràcies.
-Alguna cosa més?.
-No, no, però per cert, germà Fermín, se sentien uns nois cridant a la botiga d’esports, però m’hi he apropat i no hi he vist ningú.
-De veritat? Oh, Perfecte! – Me decía mientras salía de la tienda- just ahir va entrar algú a les antigues dependències dels germans y va robar la clau de recanvi. Ui, quan els enxampi a aquests malparits!
Me reí de los desgraciados infiltrados, que estaban a punto de ser pillados por el dictador hermano Fermín, con la llave y dentro de una zona prohibida. Y su única excusa sería que se habían encontrado la puerta abierta…
Saqué el pañuelo azul con decorados blancos y negros que en algún momento de la historia había pertenecido al Germà Marginet: Empezamos bien el día, tú. –Dije en voz alta-.
“Plan de venganza”. HECHO.
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