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miércoles, 9 de febrero de 2011

3r Mandamiento

“No matarás, pero desearás hacerlo muchas veces”

1r día de penitencia. Miré el reloj de la 0.1. No pasaba el tiempo. Alcé la vista para ver a mis compañeros de castigo y pude ver en sus caras el auténtico significado de la palabra aburrimiento.

El guardián que vigila la sala se llama Modest Mesa, el más duro de todos los profesores que he tenido. Nadie hablaba en sus clases, y si lo intentabas te echaba de la aula a patadas. Tiene muchísima más autoridad que el coordinador o el director, y un grito de los suyos te sume en un estado de total petrificación. No exagero.

El silencio era causante de impulsos suicidas, pero el no hacer nada era incluso peor. Mientras leía por enésima vez los mensajes grabados a compás sobre la superficie de la mesa (desde un simple “Tonto quién lo lea” hasta el más complejo “Aquí se sentó Alejandro Magno” o el “Made in China en el año 357a.C” dando a conocer la antigüedad de las mesas, que cojean de las cuatro patas); algo cayó encima de la mesa.

Un extraño trozo de metal grisáceo, doblado de manera magistral en forma de “z”, algo que antiguamente había sido un clip. Lo examiné con los dedos y me vino algo a la memoria.

“Después de aquel accidente en el laboratorio, la tutora que por aquel entonces teníamos, Rosa Ventura, aprovechó que a su marido le habían causado “una perillosissima flamerada que li marcarà la mà de per vida”, para cogerse un par de semanitas de baja.

El colegio, acostumbrados ya a las vacaciones de semejante imbécil, nos puso una substituta nueva, Pilar Román.

Mi hermano, que iba a 2º de Bachillerato, me contó que hubo un antes y un después en la manera de ser de Pilar.

Se ve que Pilar estaba explicando y había un chico que estaba hablando.

Pilar, ofendida, le preguntó si se podía callar. Y el niño le dijo:

-Tú a mí no mes haces callar, Substituta!

Ese “substituta” sonó algo parecido a “prostituta”, y la que se armó en clase fue de escándalo.

Desgraciadamente, nosotros tuvimos a la Pilar d.P (después de prostituta), y disfrutaba siendo de lo más borde.

-Pilar,¿Cómo se hace para saber si la oración es impersonal?

-Mira imbécil, yo no he venido aquí a hacer amigos, si quieres una amiga te vas a un bar, pero a mi no me toques los cojones con tus dudas de mequetrefe, ¡subnormal!

La pobre víctima de estos ofensivos ataques, se iba a su pupitre medio llorando.

Otro día por ejemplo, cogió a una chica (quién había dicho en voz baja que ojala volviera pronto Rosa Ventura), la empujó contra la pizarra, se cubrió la cara con las manos y dijo:

-¡Vigilad, que la mierda salpica!.

Todos nos partimos de risa (Hay que reconocer que aunque cruel, es muy graciosa) y la niña se fue llorando de clase.

Todos estos ataques propiciaron una revuelta popular, dirigida por el delegado, sea a ser, yo, que consistía en ir lanzando clips mediante el conocido mundialmente como “Procés de Manipulació de Projectils”. Los inventores de tal proceso, Marc Roig y Pau Rocosa, dejaron escrito un manual para tontos de cómo crear el proyectil:

  1. Agafem un clip. (Aquest pas és bàsic)
  2. Dobleguem l’extrem exterior de manera que desfem la corba i el clip tingui un extrem molt llarg
  3. Desfem el clip de manera que quedi un extrem llarguíssim, una corba i un petit trosset que mira en la mateixa direcció que l’extrem
  4. Ara, dobleguem el clip fent que lextrem curt miri a l’esquerra, el llarg a la dreta, i que tingui forma de “z”, amb l’extrem llarg situat a la part inferior de la lletra
  5. Ara, agafa un paperet i pinta-hi alguna cosa (per exemple, una bandera), fes-li un foradet i deixa’l penjant de la corba de l’extrem llarg.
  6. Ho tens? Bé. Ara agafa una carpeta. Fica la goma dins la corbatura de l’extrem curt.
  7. Tensa la goma i deixa-la anar de cop.

El clip, sale disparado a una velocidad suficiente como para clavarse en el techo, y la banderilla queda colgada al viento.

El descubrimiento llenó de color el techo de la clase, pero se nos fue de las manos y con tanta bandera acabó pareciendo Eurovisión.

Teníamos clase a las 3 de la tarde con José Luis, profesor de geografía. Pasaron los minutos y él no llegaba. De repente, el haz de luz que cruzaba la clase desapareció. El cielo empezó a oscurecer: Nubes negras taparon el cielo, amenazando a los pobres ciudadanos que atónitos, contemplaban con miedo el umbrío firmamento.

Sonó un trueno y como si de un disparo de salida se tratase, la lluvia cayó con enorme intensidad.

En el momento en que todos mirábamos por la ventana, se oyó un portazo. Y allí estaba José Luis, con una escoba en la mano y con cara de enfadado. Pudimos comprobar el enfado en cuestión de segundos:

-¿¡A ver, pedazos de burros, os pensáis que los profesores somos imbéciles!?¿¡Creíais que no veríamos como tenéis el techo?!

Acto seguido, empezó a dar escobazos como un lunático contra las baldosas de caucho donde estaban los clips, haciendo caer estos de manera que parecía una lluvia de cuchillos.

Tras más de diez minutos recogiendo clips, nos hizo sacar la agenda a todos y quiso que escribiéramos:

Como soy un completo inútil, durante las clases de estas semanas me he dedicado a tirar clips de un modo muy imaginativo al techo de las aulas, deteriorando así, el material escolar. El profesor José Luis ha tenido la “delicadeza”(Pequeña observación: lo puse entre comillas porque delicadeza no es ir dando golpes de escoba a lo loco) de quitar los clips ,que tras ser contados, han dado la cifra de 46 clips con sus respectivas banderas. En consecuencia, TODOS los alumnos de 2ºESO B, harán dos permanencias durante los días 14 y 15, y como al parecer les gusta tanto la geografía, se tendrán que presentar a un examen OBLIGATORIO de dicha asignatura durante tales permanencias.

Espero que salgan escarmentados con este castigo. Disculpen las molestias.

Al día siguiente vino Rosa Ventura, recuperada después de sus dos semanas de baja. No contenta con el primer castigo, añadió en mi nota:

Y yo, Lluís Freixes, como cabecilla de esta banda de inconscientes, deberé dimitir del cargo de delegado.

La muy idiota nombró delegada a la subdelegada, (que si no recuerdo mal, sólo obtuvo 4 votos) y la clase quedó huérfana de su voz, quien muy egocéntricamente, contesta a nombre de Lluís.”

Me guardé el clip en el bolsillo y sonó el timbre de la sala de tortura. Recogí la mochila y los libros que había sacado para hacer ver que trabajaba, me la puse al hombro y salí, juntamente con docenas de castigados más, de aquella tenebrosa aula.

Una vez fuera, caí con que aquella mañana había cumplido un 1/30 parte de mi castigo, lo que me causó una enorme depresión y ganas de matar a Sara. Eché para atrás la idea, al fin y al cabo, eso es delito. Aunque creo que también es delito la sobreexplotación y la tortura, y ella no se queda corta. La muy subnormal.

Como las permanencias acaban a menos cuarto, me sobraba algo de tiempo, así que recorrí el enorme y desierto pasillo de la 0.1. Allí estaban colgados para la posteridad, decenas de orlas, y sus miles de caras en blanco y negro.

Vi a muchos hombres y mujeres que ahora deberían tener entre 50 y 80 años, engominados con un bote entero cada uno (luego dicen que el cambio climático es culpa nuestra) y con divertidísimos nombres como Edelmiro, Prisciliano o Querubiana

Mientras andaba y contemplaba las caras de espanto de los ex-estudiantes del colegio, no me di cuenta y llegué hasta el final del pasillo. Allí, hay una sala dividida por un pequeño muro. A la izquierda, se vendían las ropas de deporte de La Salle Bonanova.

Una vez más, los hermanos vaciaban los bolsillos de los padres, fabricando sus propias mochilas, batas, estuches, gorros de piscina, pantalones, toallas…

Auque lo más indignante eran las camisetas:

“Pongamos que tenemos un hijo que hace 1º de primaria y va a la clase del A. El primer año deberemos comprar, entre muchas otras cosas, una camiseta La Salle Bonanova de color rojo, el color del A.

Como nuestro hijo tiene 6 años, crece muy rápido, de modo que probablemente durante los próximos 2 o 3 años le tendremos que comprar mínimo, una o dos camisetas más de las rojas.

El niño llega a quinto, y cambian a los chicos de clase. Tienes sólo un 20% de posibilidades que tu hijo siga en el A, de modo que pongamos que va al B. Ahora tienes la obligación de comprarle una camiseta La Salle Bonanova de color amarillo, el color del B.

Más tarde, en 1º de ESO, el chico vuelve a ser mezclado y vuelves a tener un 20% de aprovechar la camiseta, puesto que en el caso de que fuera al A, le quedaría pequeña, y tu deber como su padre o madre es comprar una camiseta La Salle Bonanova, azul celeste, el color del C.

Pongamos que en 3º de ESO lo ponen al D, deberás, como ya sabes, comprar por enésima vez, la camiseta La Salle Bonanova, esta vez de color azul oscuro, el color del D.

Y en Bachillerato, bueno, si nuestro hijo es retrasadito, pobre, y hace el Humanístico o Social, tendrá el orgullo de tener una camiseta La Salle Bonanova de color verde, el color del E, además de poder decir bien alto que él ha estado en todas las clases.”

Mientras tanto, los hermanos se frotan las manos porque les has comprado siete camisetas, a 20€ por camiseta, 140€ SÓLO EN CAMISETAS.

Mientras suspiraba indignado, me acerqué a la puerta que estaba a la izquierda de la sala. Hice memoria: La puerta siempre había estado allí, pero jamás la había visto abierta.

Inmediatamente después, como hubiera hecho cualquier humano de manera inteligente, comprobé si estaba abierta. No. Como haría cualquier humano de modo ya no tan inteligente, lo comprobé por segunda vez, como si fuera posible que en el segundo intento se abriera.

Evidentemente, no se abrió, pero me quedé con ganas de intentarlo por tercera vez.

Miré la hora en el móvil. Quedaban 9 minutos, por lo que podía intentarlo. Sabía que sólo pasa en las películas, pero tampoco tenía nada mejor que hacer.

Saqué el clip del bolsillo y lo metí en la cerradura. Hurgué como si fuera una nariz mientras tenía la mano izquierda empujando la manecilla de la puerta hacia abajo.

Tras un par de minutos, la puerta cooperó con James Bond y se abrió, aluciné enormemente y me puse a reír.

Pero no había tiempo para eso, había abierto la puerta a cuyo interior no había tenido acceso nadie. Miré atrás, para ver si había alguien y entré.

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